Baños de bosque, aires de salud

Si los balnearios prometen recuperar la paz interior y el equilibrio, muchas veces no es solo por sus aguas, tratamientos y zonas de relajación. La mayoría de ellos están situados en enclaves estratégicos que inducen al bienestar y la calma y muchos incluso en el corazón, o muy cerca, de bosques centenarios que no solo relajan el espíritu con su visión, sino que sirven de pura terapia y así se ofertan, porque está demostrado que son curativos. Hablamos de los ‘baños de bosque’.

 Por Mayte Martínez 

Quizá ya haya oído hablar de ellos, no es nuevo, su práctica tiene más de 30 años, pues empezó a tomar forma en la década de los 80, eso sí, en Japón, mucho más acostumbrados que los occidentales a mirar hacia dentro y a sentir lo de fuera. Hoy, en nuestro país, algunos balnearios ya lo proponen como parte de su carta de tratamientos, aunque no esté precisamente dentro de sus instalaciones, ni ellos se encarguen de cobrarlo, pero sí de ‘recetarlo’, conscientes de las ventajas curativas que tiene. A lo mejor incluso lo ‘oferte’ en su propio establecimiento, ya que ahora, especialmente en Cataluña, hay itinerarios terapéuticos rozando centros de balneoterapia. Nosotros lo descubrimos en la visita a Caldes de Boi, cuya estancia incluía una ‘cata’ en el Parque Nacional de Aigüestortes.

Medicina tradicional con carácter preventivo

Así es como lo definen los japoneses, aunque aquí todavía queda un largo recorrido para que esta terapia ocupe el lugar que se merece en nuestra Sanidad Pública.

Los baños de bosque no son más que paseos de hora y media a dos horas entre árboles centenarios. “De 250 a 300 años son los más aconsejados porque por su vejez son blanco fácil de plagas, infecciones, hongos e insectos, y para defenderse de ellos desprenden unas sustancias, las fitoncidas, que a modo de aromaterapia natural refuerzan nuestro sistema inmunitario cuando las inhalamos, relajan además el sistema nervioso y aumentan el número de células NK (Natural Killer) y los niveles de proteínas anti-cáncer intracelulares”, explica Judit Mira, bióloga y guía interpretadora.

En qué consiste

Se trata de dar paseos por un entorno natural poniendo atención al olor que desprenden las plantas, el ruido del viento en las hojas de los árboles y toda la gama de colores y texturas que el entorno nos ofrece. Al vivir en la ciudad hemos perdido un poco la memoria a nivel celular, tenemos un ‘déficit de naturaleza’ lo llaman los expertos, y la única forma de recuperarnos es con estos paseos que habría que hacer una vez al mes. Una ‘excursión’ sin móviles, sin cascos y casi sin palabras entre encinas, ayas, abetos, pinos, robles, para que al inhalar todas las sustancias descargadas por ellos en el aire “se active el sistema inmunológico natural”.

Somos parte de la naturaleza

“Durante nuestra evolución hemos estado el 99,9 % de nuestro tiempo en entornos naturales. Nuestras funciones fisiológicas están todavía adaptadas a este medio. Por eso, los sentimientos de bienestar y confort que experimentamos están casi siempre relacionados con estos entornos”, comentaba hace años Yoshifumi Miyazaki, antropólogo fisiológico y vicedirector de Chiba University’s Center for Environment, Health and Field Sciences a la revista Outside Magazine. Este científico y su colega Juyoung Lee, también de la Chiba University, han demostrado que entre los que frecuentan los bosques la hormona cortisol desciende en un 12,4%, al igual que la actividad del nervio simpático, en un 7%, y la presión sanguínea, que baja una media de 1,4%. Además, los que practican el Shinrin–Yoku (baño de bosque en japonés) tienen un descenso en la media de infartos de un 5,8%.

El momento curativo

La mejor hora es al medio día o por la tarde, cuando los árboles han expelido ya todo su poder. Por la noche la naturaleza descansa, y a primera hora de la mañana todavía no hay suficientes fitoncidas en el ambiente. Con el sol se activan, como la vida, por eso hay que esperar a que hayan soltado todo su potencial para beneficiarnos mejor de ellas. “La mejor época del año para dar estos paseos es en primavera y verano, aunque en otoño también el bosque tiene todavía mucho que ofrecer. En invierno es la peor época, visitar bosques de hoja caduca no tiene ningún interés terapéutico en cuanto a fitoncidas se refiere. Habría que escoger lugares de pinos y abetos, con hoja perenne, que mantienen su actividad protectora todo el año. Y siempre viejos, como hemos dicho, porque los árboles jóvenes, de 30-50 años, son fuertes y no necesitan protegerse apenas, por eso su producción de fitoencidas, que es lo que realmente sirve al caminante como cura, es mínima”, advierte Judit.

La sesión consiste en unas dos horas de paseo relajado por el bosque, con ejercicios de respiración dirigidos por monitores. “Nosotros hacemos grupos de entre 4 y 15 personas, nunca más. Podría hacerse solo, pero los parajes centenarios suelen estar un poco aislados, y no es recomendable adentrarse en solitario, puede haber caídas, despistes en el camino que hagan perderse, y no suele haber cobertura. Como esta terapia va cogiendo adeptos, ya empieza a surgir circuitos perfectamente señalizados, que sí que pueden hacerse sin guía, sobre todo si ya se ha hecho una primera incursión con algún experto que haya explicado antes cómo hacer el recorrido y en cuánto tiempo para sacar el máximo beneficio”. Hay estudios que demuestran, gracias a técnicas avanzadas de neurobiología, que interactuar con la naturaleza disminuye la actividad del córtex prefrontal, la parte del cerebro, donde residen las funciones cognitivas y ejecutivas como planificar, resolver problemas y tomar decisiones. En cambio, la actividad se desplaza a otras partes del cerebro relacionadas con la emoción, el placer y la empatía, características más próximas a la creatividad que a la productividad. El baño de bosque también mejora el descanso, conserva la energía, reduce el ritmo cardíaco e incrementa la actividad intestinal.

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Defensas en guardia

El inmunólogo Qing Li, de la Escuela de Medicina de Tokio, ha demostrado también que un paseo por un bosque o por un parque aumenta significativamente la concentración de células NK –siglas procedentes del inglés natural killer- en sangre, un tipo de glóbulo blanco que contribuye a la lucha contra las infecciones y el cáncer. Son linfocitos que proveen defensas contra tumores y virus. Los investigadores sugieren que la visita a los bosques tiene efectos preventivos en la aparición y progresión del cáncer. Por ello, los médicos orientales recomiendan también baños de bosque a pacientes con esta enfermedad, como complemento de otras terapias. Según Li, los compuestos volátiles emitidos por los árboles son los principales responsables de este efecto beneficioso sobre el sistema inmunitario. “No hablamos de curar el cáncer –apostilla Judit- sino de prevenir posibles cánceres evitando situaciones que sabemos que lo desencadenan, por ejemplo un baño de bosque rebaja el nivel de colesterol, el azúcar en sangre, la hipertensión, problemas todos que contribuyen a la aparición de enfermedades graves. Hoy los médicos ya lo están recomendando para personas que han superado un cáncer, como método preventivo para evitar una recaída. También en casos de fibromialgia, no la cura, pero sí minimiza sus brotes”. Los resultados de los estudios revelan que tras un paseo de un par de horas por el bosque se reduce la presión sanguínea, decrece la concentración de cortisol en la saliva (biomarcador del estrés), bajan los niveles de glucosa en la sangre y se estabiliza la actividad nerviosa autónoma en los humanos. Los trabajos concluyen que pasear varias veces al mes por un bosque fortalece el sistema inmunitario. Se incrementa el vigor y se reducen los niveles de ansiedad, depresión, angustia y fatiga. Además de mejorar el sistema cognitivo.

Imagine ofrecer a sus clientes la posibilidad de adentrarse en el silencio de un bosque a escuchar el crepitar de las hojas, el canto de los pájaros. La luz tamizada entre las ramas de los árboles que prolongan su sombra al caer la tarde. Olor a tierra. La investigadora británica Liz O’Brien, autora del informe Arboles y parajes forestales. Servicio de salud natural, ha realizado estudios dirigidos a profesionales de la salud y el medio ambiente llegando a la conclusión de que “los bosques son entornos restaurativos donde los sonidos, la vista y los olores experimentados juegan un papel fundamental reduciendo el estrés y estimulando los sentidos. La calidad de vida que se deriva de frecuentar el bosque –recalca– se traduce en bienestar físico, psicológico y social”.

Los entornos naturales son restauradores

La biofilia es la apetencia, la afinidad innata, que tiene el ser humano de estar en contacto con la naturaleza, que es de donde viene, su ambiente originario. En las ciudades, muchos de los espacios que hemos creado enferman. Tienen un impacto físico, químico o electromagnético negativo sobre el ser humano. Actualmente hay una necesidad de entornos más saludables, puesto que es donde el ser humano se encuentra más adaptado. Pasar tiempo andando tranquilamente por el bosque tiene significativos efectos sobre la salud. Pero no es como una excursión, es más lento. Podría decirse que, en cierta forma, es un paseo meditativo.

De hecho, el organismo humano interactúa con el entorno a través de la vista, oído, gusto, olfato y tacto, además de los distintos sistemas: respiratorio, neurológico.

¿Cómo se da un baño de bosque?

Es importante escuchar, estar tranquilo, aceptar y reconocer la presencia propia y dejar que los sentidos sientan y disfruten de lo que hay a su alrededor. Desplazar la mente a lo largo del paisaje, de tal manera que se abran los sentidos, se comunique la persona con la tierra. El recorrido debe tener mínimo desnivel, y durar unos 100 minutos. Durante el paseo hay que centrar la atención en los árboles, captando el olor de las plantas, el ruido de las hojas, las texturas de las cortezas, el murmullo del viento y, en definitiva, llenar nuestra mente de la quietud del bosque.

Despacito. Los baños de bosque no tienen nada que ver con el ejercicio físico, que se hace por supuesto al ir andando dos horas, el principal objetivo es otro: prestar atención, frenar, dejar que la tierra y la naturaleza penetren profundamente en la mente y el corazón. Pasear no es todo, podemos sentarnos, tocar los árboles, el suelo, entrar en contacto con otras especies. “A veces hago rutas de 4 horas, porque así me lo piden gente que quieren hacer taichí, o simplemente pasar un rato sin explicaciones ni teorías. Entonces yo lo que suelo hacer es dejar media hora para que cada uno interprete la experiencia a su gusto. Ofrezco la posibilidad de ir a ver una gran roca que está más alejada y el que quiere se viene conmigo, o se queda a solas, o dan una clase… Eso ya es cada uno. Lo importante es pasar al menos hora y media o dos horas en contacto con las fitoncidas y demás sustancias que emanan los árboles de más de doscientos años. En menos de hora y media no se consiguen los beneficios esperados; a veces por falta de tiempo nos piden 30 60 minutos, y advertimos que eso solo es una toma de contacto, no sirve como cura”, explica Judit.

Como podemos observar, la metodología de esta práctica es sencilla: un paseo relajado, una respiración consciente y el guiaje de un experto. La vida moderna, a veces alejada de la naturaleza, nos hace perder mucho de lo que esta nos aporta. Incluso se habla de un supuesto síndrome de déficit de naturaleza, fenómeno en discusión pero que apoyan múltiples profesionales. “Es una patología que suele aparecer cuando una persona está en desconexión permanente con la naturaleza y que provoca un aumento de estrés y ansiedad”, concluye Judit.

Beneficios de los baños de bosque

  • Baja la tensión arterial
  • Reduce la frecuencia cardíaca
  • Activa el sistema nervioso parasimpático
  • Disminuye las hormonas del estrés
  • Alivia la ansiedad, depresión o angustia
  • Combate la fatiga
  • Desciende los niveles de glucosa en sangre
  • Ayuda a la relajación
  • Mejora la capacidad pulmonar
  • Refuerza la concentración, la reflexión y la memoria
  • Reduce la actividad cerebral prefrontal
  • Favorece una actitud positiva
  • Fortalece el sistema inmunitario
  • Mejora las molestias y dolores de la fibromialgia
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